Si sois usuarios de LinkedIn, habréis podido comprobar la creciente gamificación de esta red social para profesionales. Continuamente, se le brindan al usuario datos de movimiento en su perfil que le animan a visitar la red e interactuar con otros usuarios. Estos datos se presentan de forma atractiva y muy visual. Y abarcan todo tipo de eventos: número de personas que han visto tu perfil, número de visitas que ha tenido tu última publicación, número de clics sobre un vínculo que has publicado, qué puntos de conexión tienes con un potencial contacto o cómo está de bien situado tu perfil en la red respecto al del resto de usuarios mundiales (259 millones en la actualidad). Son datos que aparecen cuando visitas la red, adornando la barra lateral de tu home personal, o que te llegan directamente al correo electrónico con el que configuraste tu cuenta.
Con este tipo de avisos, se incrementan sustancialmente las posibilidades de que un usuario acceda a la red. Es un paso más allá de los avisos puntuales que el mismo usuario demanda cuando se une a un grupo de LinkedIn y configura su suscripción para recibir las novedades del grupo por correo electrónico. O cuando otros usuarios de su red le envían un mensaje privado. O cuando un potencial nuevo contacto le envía una solicitud de contacto.
Y ese paso más allá consiste en una diferencia sustancial entre los eventos juguetones de LinkedIn y las interacciones que provocan sus usuarios de forma volitiva. Ambos requieren una impresionante obra de ingeniería que los sustente (un rasgo determinante del éxito de LinkedIn y de su pujante posición en bolsa), pero los primeros se generan automáticamente sin control por parte de los usuarios.
La diferencia es esencial: ni más ni menos que tener o no tener control sobre la presencia que uno tiene en la red. Todos sabemos lo importante que es medir cada paso, cada envío, cada notificación… Es tu imagen la que está en juego; y tu imagen profesional, para más inri. Por tanto, cualquier pérdida de control puede llevar a situaciones no deseadas o, cuando menos, no planificadas por ti. Y a esta pérdida de control conduce la gamificación de la que hablamos, basada en la incorporación de constantes novedades de ingeniería a tal ritmo que difícilmente los usuarios son capaces de evaluar en su justa medida y analizar en sus consecuencias.
Y llegamos así al Say congrats! automático que llega a los correos de nuestros contactos cada vez que actualizamos el puesto de trabajo en nuestro perfil o cuando se cumple un aniversario de trabajo. ¡Qué acierto del esfuerzo automático de LinkedIn cuando el nuevo trabajo es una mejora! Los contactos tienen la oportunidad en ese momento de acceder a la red y felicitar a la persona. Pero ¡qué desacierto cuando esa actualización es la pérdida de un trabajo! El servicio automático de notificaciones no distingue el lenguaje natural. No discrimina entre “búsqueda activa de empleo” y “CEO de una gran empresa”. Así, enviará un mensaje con “Say congrats!” en un caso y en otro.
La pérdida de control afecta a la persona que ha actualizado su perfil y que puede no querer que sea difundido entre sus contactos bajo la forma de un evento en el que se les invita a felicitarla. Y afecta también a quienes reciben ese evento. Si una persona se levanta despistada ese día y decide felicitar a los contactos con novedades en su perfil, sin prestar especial atención a en qué consiste la novedad, meterá literalmente la pata con un “¡Felicidades, y a seguir bien!”. En definitiva, el exceso de automatización o una automatización no controlable por parte de los usuarios conduce a situaciones no deseadas y de creciente vulnerabilidad. ¿Y qué consecuencias tendrá esto para el futuro de la red profesional? En nuestra opinión, más les valdría tomar buena nota y empezar un proceso de desgamificación o, mejor, de modificación del juego para que sea un juego de dos, en el que se tenga en cuenta la voluntad del usuario. ¿Será que en la sede de LinkedIn Corp. en Mountain View faltan antropólogos que les abran los ojos? 😉