¡Qué bueno ir con portero al campo!

A una fiesta se va con invitación

En el fútbol sería impensable plantear un partido sin un portero en el equipo. En la etnografía, es planteable, ¡pero cómo se agradece cuando vas de la mano de un portero! Un portero es el que te abre la puerta. Lejos de la comparación con el fútbol, la figura del portero en etnografía procede de su comparación con el portero de una finca, de un bloque de viviendas; el que vigila la puerta de acceso, el que puede facilitarte el paso o impedírtelo, según las circunstancias.

En nuestro ámbito, el portero es el que te abre el camino en el campo. Te presenta, te facilita el acceso, te abre la puerta para que desarrolles tu labor con el menor número de barreras iniciales posible.

Ayer fuimos con dos porteros a una sesión de trabajo de campo. Se trataba de visitar un centro de día y residencia de discapacitados. Nuestros porteros, de la Asociación Acuario, nos llevaron de la mano. Iban a presentarnos a una persona residente allí, amiga de ellos y socia, para que nos contara adaptaciones que hubiera hecho para mejorar diferentes aspectos de accesibilidad. Gracias a ir de visita, se nos abrieron las puertas del centro, sin barreras, sin interferencias. Y allí empezó una magnífica sesión que trascendió con mucho la entrevista a una sola informante.

De la mano de nuestros porteros y de nuestra nueva informante, fuimos conociendo a unas personas y a otras, se fueron involucrando en el proyecto, nos describieron todo tipo de adaptaciones, nos las mostraron, nos abrieron las puertas de su ámbito más privado: sus habitaciones.

Fue una sesión muy productiva facilitada hasta el extremo por nuestros porteros. Su presencia fue discreta, imperceptible en el transcurso de buena parte de la sesión, pero fundamental: una clave en la sombra del grado de apertura colectiva que se había alcanzado, al no haber tenido que artificializar nuestro primer acercamiento.

En ámbitos institucionales, en centros en los que hay usuarios, profesionales, directivos… el acceso suele ser complicado; se exige un protocolo que puede llegar a condicionar el desarrollo de una sesión, al ceñirse a lo que la institución considera “deseable” o “correcto”. Cuando se accede a estos ámbitos por la puerta de atrás, con un portero, la cosa cambia: el campo está abierto a la sorpresa, al encuentro fortuito, a un número indeterminado de informantes, a un conocimiento mucho más amplio del contexto.

Y hay otros ámbitos en los que un portero no es sólo deseable, sino imprescindible. Son ámbitos cultural y socialmente “herméticos”, donde sólo pueden acceder personas de un determinado colectivo. Algunas investigaciones nos han puesto en esa tesitura y hemos tenido que buscar activamente un portero. Recuerdo hace ya años que, gracias a un informante bien situado dentro de la comunidad de inmigrantes chinos en Madrid, logramos acceder a una fiesta de fin de año que se celebraba en una mega-discoteca de la capital. Aun con portero, hubo recelos iniciales, pero la dinámica de la fiesta se impuso sobre la extrañeza y pronto estuvimos integrados y en nuestra salsa. Aquello sí que fue entrar en contacto con una cultura diferente dentro de los límites de nuestra ciudad. Todo un lujo, accesible desde la portería.

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