En 2009 iniciamos un proyecto de empoderamiento digital de colectivos y hoy quiero rescatarlo a raíz del taller que estamos impartiendo en La Casa Encendida al respecto. El proyecto partía de una idea fundamental: para que colectivos y pequeñas organizaciones saquen provecho de las herramientas online de colaboración y comunicación, hay que empezar por conocer bien cuáles son sus necesidades reales y cuáles sus características como colectivo. Lejos de diseñar un proceso de empoderamiento en despacho y aplicarlo como un molde a cualquier organización, hay que construir un proceso de empoderamiento in situ, adaptado a la organización en cuestión.
Eso significa que no hay que pensar en soluciones tecnológicas en abstracto, buscando posteriormente las necesidades a las que dan respuesta. Bien al contrario, hay que acercarse al colectivo, conocer sus necesidades reales, detectar barreras que interfieren en su proceso de empoderamiento y adaptarse a sus características (en cuestión de nivel de conocimientos, ritmo de aprendizaje, condiciones físicas o psíquicas, etc.). Y, para todo ello, la etnografía ofrece grandes ventajas.
En primer lugar, es una forma de investigación que implica acercamiento personal, contacto directo con la realidad que estudia y sobre la que se quiere intervenir.
En segundo lugar, emplea unas herramientas óptimas para un proceso vivo y cambiante, sometido a factores imprevistos y que exige constantes adaptaciones para que los objetivos planteados o emergentes se cumplan:
- La primera herramienta es el Cuaderno de Campo, el gran aliado en cualquier proceso de empoderamiento digital. Desde el inicio de una intervención, registramos en nuestro cuaderno de campo, de la forma más detallada posible, cómo ha transcurrido la sesión de trabajo, cómo es el perfil de los que componen el colectivo con el que hemos empezado a trabajar, qué necesidades nos han planteado y, si es el caso, qué necesidades hemos percibido nosotros sin haber sido explicitadas por los miembros del colectivo; qué barreras hemos detectado inicialmente, qué objetivos nos hemos marcado. Cuanto más detallado sea el registro, más fácil será afinar la intervención y ajustarla a los objetivos, sin perder el norte. Los sucesivos registros que se realicen en el transcurso de la intervención nos mostrarán cómo se ha desarrollado el proceso y nos aportarán un conocimiento acumulado imprescindible para una mejora continua de cara a posteriores intervenciones.
- La segunda, la técnica informal más típica de la etnografía: la observación participante. Resulta esencial en un proyecto de empoderamiento digital por lo que hemos dicho más arriba: su éxito radica en acercarse al colectivo, involucrarse en sus actividades, conocerlo en profundidad en cuanto a sus necesidades, características y posibles barreras. Y todo ello sólo puede hacerse introduciéndose en el colectivo, adoptando el rol que éste le asigne y realizando una observación precisa de todo lo que acontece.
- La tercera es otra técnica esencial: la suspensión del juicio. El etnógrafo encargado de un proceso de empoderamiento digital debe liberarse de prejuicios o, cuanto menos, tenerlos muy claros de manera que no interfieran en el cumplimiento de los objetivos del proceso. En materia de herramientas online, la suspensión del juicio se traduce, entre otras cosas, en agnosticismo tecnológico. Un ejemplo: por mucho que nos guste el software libre, esta preferencia no puede imponerse sobre la realidad de las necesidades y características de un colectivo. Se tendrán en cuenta factores determinantes como facilidad de uso, visibilidad de resultados, adecuación a los hábitos de los miembros del colectivo, etc.
- La cuarta: el extrañamiento. En ningún caso debe partirse de la preconcepción de que todos entendemos lo mismo cuando hablamos de blogs, foros, wikis o redes sociales. Los niveles de conocimiento son muy diversos, tanto como las formas en que estos conocimientos se han adquirido. La imprecisión es la reina de la fiesta y puede dar lugar a confusiones verdaderamente cómicas. Asimismo, debemos ser capaces de mirar con los ojos de esa persona que estamos conociendo en profundidad, en lo que a su relación con la tecnología se refiere. Y eso sólo puede hacerse extrañándose de lo que nosotros ya conocemos, no dándolo por sentado; incluso, no dándolo por indiscutiblemente válido.
La etnografía está hecha para el trabajo a pequeña escala, del que se obtienen resultados aplicables a gran escala. En el caso que nos ocupa, los resultados (pendientes todavía de publicación) incluyen: análisis de barreras sociales y culturales al empoderamiento digital de colectivos, un método de empoderamiento digital y buenas prácticas en la implantación de software social. Y permiten afirmar que da igual el tipo de colectivo, da igual dónde esté ubicado, da igual cuál sea su tipo de estructura: el método y las buenas prácticas que hemos definido a partir del trabajo etnográfico son aplicables a cualquier colectivo o pequeña organización que se enfrente a un proceso de empoderamiento digital. Y el taller está siendo un buen espacio para confirmarlo.