Fuente: Foto de Maria Ruch. Licencia Creative Commons
Quizá hay profesiones que no se prestan al intrusismo. A nadie en su sano juicio se le ocurriría hacerse pasar por concertista y llegar hasta las últimas consecuencias: hacer de solista en un concierto. Pero, ¿qué pasa cuando se habla de investigación social? Aquí las tornas cambian.
Por un lado, la investigación social constituye una tarea transversal en muchas profesiones: ingeniería, arquitectura, enfermería, medicina, etc. Se trata de profesiones encaminadas a realizar algo concreto con o para seres humanos y, por tanto, necesitan conocer qué necesitan, quieren, sienten o piensan las personas para que su producto o servicio sea el más adecuado. Esta transversalidad debería de constituir una demanda potencial enorme de servicios de investigación social, pero no siempre es así; en muchas ocasiones, los mismos profesionales se enfrentan ellos mismos a hacer investigación social para cubrir sus propias necesidades de conocimiento.
Por otro, la investigación social aplicada exige fuertes conocimientos técnicos, actualizados a medida que avanzan las posibilidades tecnológicas de apoyo a las labores de investigación. Las técnicas de investigación no son sencillas de asimilar; exigen mucha práctica, mucha experiencia. Se encaminan a recabar información valiosa, útil, no inducida, no sugerida; y eso no es fácil.
Conjuguemos ambos elementos. ¿Disponen los profesionales de otros campos de los conocimientos técnicos necesarios para hacer investigación social? ¿Cualquiera puede investigar? La respuesta objetiva no importa, porque lo verdaderamente importante es la creencia cultural. Y hay una creencia muy extendida de que cualquiera puede investigar: “pasamos una encuestita y ya está…” ¿Cuántas veces no hemos oído esto? ¿Cuántos especialistas en su materia consideran que son los más idóneos para abordar una investigación social en el ámbito de su especialidad?
Quizá los profesionales de la investigación social tenemos por delante una misión: divulgar nuestra profesión, cambiar la imagen social que la reduce a resultados supuestamente asequibles en forma de quesos y barras. Ni todos los quesos son iguales, ni la investigación social se reduce a quesos o a mero refrendo de ideas preconcebidas. Las técnicas de investigación son muy variadas y responden a contextos y necesidades de información concretas. La suspensión del juicio, el necesario extrañamiento son cualidades básicas de la investigación que no se improvisan y que requieren entrenamiento y especialización.
Sin duda, va en beneficio del cliente abandonar la visión simplista de lo que puede esperar de la investigación social: información relevante, producida de forma independiente y solvente y que le apoye en la evaluación de sus operaciones y en su toma de decisiones.
Lo que dices me hace mucho sentido. No sólo porque me lo han preguntado en varias ocasiones, sino por el contexto y las personas que hacen la pregunta.
¿Para qué sirve un antropólogo acá? Fue una pregunta, con cierto recelo, que me planteó un empleado importante de una empresa. No se dió cuenta de la importancia de mi profesión, hasta que se vieron en problemas para dar una respuesta culturalmente pertinente a la lógica de una comunidad indígena. En mi intervención, donde los ánimos estaban algo alterados, plantee sin rodeos situaciones similares que se han dado en Chile y otros países. Mi labor en el momento fue de traductor cultural entre dos partes que hablaban y pensaban desde dos mundos diferentes: el empresarial, con una lógica de etapas, fraccionado; y el indígena, donde se ven los temas de manera global, integral.
Yo iba por 1 día, al final la misma persona que había de cierto forma mirada con recelo mi participación, me solicitó quedarme más tiempo para abordar la cuestión. Entendiendo quizás que ‘cualquiera’ no puede hacer ‘cualquier cosa’, en este caso si era necesaria un profesional con los conocimientos y actitudes necesarias para abordar lo social y cultural.
En otra oportunidad, un alumno me preguntó si cualquiera puede investigar. Yo le respondí que cualquiera de los que estaba ahí podía hacerlo, siempre y cuando tuvieron los conocimientos técnicos necesarios; y por sobre todo, una actitud de respeto y profesionalismo para con las personas con las que tratamos en el campo.
Saludos y gracias por compartir.
Muchas gracias a ti por tu comentario, Gonzalo.
A veces pienso que buena parte del problema es que nuestra profesión se confunde con la de “opinólogo”. Es indudable que cualquiera puede opinar: tendrá mayor o menor fundamento, pero lo que salga de su boca será una opinión personal. ¿Opinamos quienes investigamos? Casi me dan ganas de volver a Platón y su diferenciación meridiana entre epistéme y doxá. No, sobre nuestro objeto de estudio no “opinamos”, sino que investigamos; y lo hacemos con técnica. Lo que se vuelca en nuestras conclusiones no es “opinión”, sino conocimiento fundamentado. ¿En qué? En los datos del trabajo de campo. No ofreceremos “La Verdad”, pero sí información veraz y, sobre todo, útil sobre nuestro objeto de estudio.
Saludos cordiales.