Qué es un ordenador

Hace un par de años, un buen amigo nuestro nos contó una anécdota simpática: al cambiar de monitor, su compañera se había echado las manos a la cabeza pensando que había perdido todos sus datos: “¡Pero cómo no consultas antes! ¿Sabes el trabajo que tenía ahí acumulado?” Llevaba años usando la máquina, pero ni se había percatado de la CPU. Lo más visible, el monitor, englobaba la totalidad del concepto “ordenador”.

Como dirían en The IT Crowd, are you from the past? No, por supuesto que no. Simplemente, el funcionamiento de una máquina resulta muchas veces transparente para el usuario. No se pregunta cómo funciona, simplemente la usa. Y puede llegar a identificar lo que ve con su esencia: monitor, teclado y ratón (especialmente, cuando la torre es pequeña o está colocada debajo de la mesa o detrás del monitor…). ¿Os parece exagerado? Quizá sí, pero todo depende del nivel de alfabetización digital que tenga la persona. Y, mucho ojo, si bien una mayoría de los lectores conoce perfectamente los componentes fundamentales del hardware de un ordenador, quizá existen otros elementos que pasan desapercibidos. Ya nos encontramos con esta curiosa experiencia en las sesiones de voluntariado tecnológico intergeneracional que llevamos a cabo hace un tiempo: algunos jóvenes que intentaban acercar a los mayores a Internet y al funcionamiento básico de los ordenadores no identificaban el sistema operativo como software (y un software específico que puede cambiarse y para el que existen alternativas diversas, libres o propietarias). Lo obviaban. El ordenador funcionaba, y punto. No había que hacerse más preguntas. ¿Que un buen día la máquina va mal? “Será que se ha quedado anticuada”, “Ya sabía yo que esta marca…”, “Se la voy a pasar a fulano, que sabe mucho de esto y me la dejará niquelá’ por un módico precio”.

Un ordenador (una computadora -término mucho más adecuado que el anterior-) es un elemento ya imprescindible en la vida cotidiana de millones de personas. Y su pleno control exige acabar con esta transparencia conceptual que deja desarmado al más pintado. ¿Quieres dominar y sacar el máximo provecho a tu máquina? Entiéndela. Recuerdo que hace unos años decidí abordar en solitario la reforma del baño de mi casa; nada serio: lavabo, espejo y muebles. ¿Sabéis por qué lo hice? Porque quería desterrar el misterio que giraba en torno a todo el asunto fontanería de mi cerebro. Y fue una gozada. Ahora me siento más segura en mi relación con las cañerías y los atascos. A la pequeña escala de mi domicilio, ya no se me resisten. Pues bien, otro tanto ocurre con las computadoras: cuanto más exploras dentro, cuanto más las entiendes, menos disgustos pueden darte y más ventajas puedes obtener de ellas.

En el camino hacia una comprensión neta de qué es una computadora, proyectos como Raspberry Pi resultan de gran ayuda. Cualquier persona puede ver sus entrañas y explorar sus componentes. Y, por tanto, entender en qué consiste realmente una computadora.

Raspberry Pi

Luego llegan los periféricos (teclado, pantalla…) y el asunto software, para que pueda hacerse algo con el cacharro. Y llegan también la creatividad y la trascendencia del concepto: mezclando una pantalla Pixel-qi a palo seco con un teclado y una Raspberry Pi, tal y como nos viene contando últimamente Juan Luis en su blog sobre Tinta-e.

Prototipo de la computadora DIY de JL

Lo que más me ha atraído de su proyecto personal de construcción de una computadora es que llega en un momento feliz: en el momento en que, como me decía Francisco de Solutein hace poco, “las computadoras se han convertido en consumibles”, fabricadas cada vez más para que duren lo justo (el tiempo de garantía). Es triste que aparatos magníficos, capaces de procesar una cantidad ingente de datos, se conviertan, conceptualmente, en máquinas de usar y tirar. Es una aberración intelectual propia de una época de sobreabundancia cegadora. Y por eso el momento elegido por Juan Luis para construir una máquina con sus propias manos y con componentes específicos es perfecto, porque supone una ruptura con la tendencia y nos sitúa frente a un problema real que hay que corregir. Cuando la sobreabundancia termine definitivamente (y lo hará), habrá que aprovechar lo que haya, sabiendo para qué sirve cada cosa, entendiendo cómo funciona y rompiendo con el misterio de lo que resulta transparente a nuestros ojos (siempre oculto bajo una hermosa carcasa).

Os animo a hacer un experimento: conseguid una Raspberry Pi y mostrádsela a un niño, junto a un smartphone, un tablet, un portátil y una torre (con monitor y teclado); y lanzadle la pregunta: “¿cuál de estos aparatos es un ordenador?”.

Computadoras

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