Llevo muchos años sin trabajar con un procesador de texto WYSIWYG, tipo word o libreoffice writer. Lo más cercano que empleo a esto es Google Docs. Google Docs conserva (desgraciadamente, diría yo) algunos elementos de WYSYWYG, como la metáfora del folio, pero por otra parte es mucho más sencillo y limpio que Libreoffice writer, por ejemplo. Como quiera que sus recursos de colaboración son de lo mejor que existe en la actualidad, me compensa sobradamente a la hora de trabajar con borradores en un equipo de trabajo.
He tenido que trabajar con libreoffice TODA una tarde. No soy precisamente nuevo en esto: mi tesis doctoral de 2004 está producida íntegramente en openoffice, y es de bien nacidos ser agradecido con el producto que salvó mi trabajo cuando word 2003 corrompió sin remedio la hoja de estilos.
Sin embargo, ha llovido mucho. 12 años, concretamente. Desde aquel entonces, me he acostumbrado a trabajar de otra manera que no tiene nada que ver.
Cuando redacto para mí, o cuando produzco por mi cuenta textos mínimamente largos, empleo texto plano. Lo único que me importa es el recurso enfático (negrita o cursiva), los títulos de sección y la inclusión de algún gráfico si procede. Todo lo que supere eso me estorba en el proceso de creación y de organización, y obviamente no lo hago.
Para esto, me basta con markdown. Este lenguaje ofrece las marcas sencillas necesarias, y es convertible a cualquier otro formato con pandoc o con otras utilidades. En otras ocasiones, redacto en LyX por su admirable WYSIWYM. Lo único que hago es texto corrido (99,9999% del trabajo), secciones, enfáticas e imágenes. Ya sé por experiencia (aunque tarde para la tesis, lástima) que cuando toque producir el PDF final, va a ser siempre perfecto.
La experiencia con writer ha sido aleccionadora. Qué increíble cantidad de funcionalidades innecesarias para las operaciones creativas de escritura. Salvando las distancias, es como emplear una linotipia para escribir una novela, en vez de para maquetarla. La vista se me iba a las opciones, de poco acostumbrado que estaba, y no controlaba de forma inmediata cuestiones obvias como el sangrado.
La historia de WYSIWYG es conocida. Entró como una tromba en las oficinas porque imitaba la interfaz visual de la máquina de escribir, y superaba apabullantemente a las hasta entonces imprescindibles máquinas de escribir. Entró por familiaridad, y ahí se quedó, incluso con la regleta de tabuladores de hace 40 años.
Las generaciones de este siglo desconocen el empleo de una máquina de escribir… pero siguen enfrentándose a esa interfaz
Es estúpido. No tiene sentido. Se pierde el tiempo y hay distracciones onerosas para el siempre exigente proceso creativo.
Ya vamos con demasiado retraso. Quinta tras quinta, dos generaciones enteras, se han formado en WYSiWYG. Han aprendido (o aprendido) a maquetar a la vez que escribían. Han prestado demasiada atención a la forma, y demasiado poca a la estructura del contenido. En demasiadas ocasiones se comprueba el trabajo tipográfico innecesario (porque, de todas formas, no acaba bonito a la vista), y que el o los autores no han cuidado la estructura lógica de las secciones, o la simple regla de una idea – un párrafo.
¡Es hora de dejar atrás la máquina de escribir!
¡Es hora de que los PC sirvan como herramienta eficiente de ESCRITURA!